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Nuestra Capilla

La capilla

Su construcción es fruto de la devoción de doña María de Medina y Montalvo a la Virgen del Rosario. Conforman con la sala de la finca una sola unidad arquitectónica, hoy separada por la ruta 40 que la atraviesa. Arquitectos provenientes de Chile se encargaron de su construcción, que habría comenzado alrededor de 1750. El dintel de su puerta de ingreso, ricamente tallado a mano por extraordinarios ebanistas, reza: “N. S. De Rosario 1770”.

Doña María en su testamento deja una serie de mandas en tierras, ganado mayor y menor y tierras de labranza, separando las que serán únicamente para manutención de la capellanía fundada por ella.

Instituye como primer patrono a su hijo don Andrés de Iturriza, “natural de San Miguel de Tucumán, casado con doña María Ruiz, natural de Valle Hermoso, traspasando en él todo el derecho que por haber edificado y dotado la tal capilla me pertenecen”.

Dice doña María de Medina y Montalvo en su testamento: “… es mi voluntad que la dicha capilla se mantenga perpetuamente con todas las alhajas y el mayor aseo y descencia (sic), sin que de manera alguna se enajenen cualquiera de ellos, prestados ni vendidos, y encargo el cuidado de ella al patrón y mayordomo que irá abajo nombrado al pie del inventario (don Andrés de Iturriza) y alhajas que tengo dedicados para este fin que son los siguientes: Primeramente la Capilla con su Sacristía y torre edificada de abobes, con buque de dieciocho varas de largo y cinco de ancho y seis de alto, toda blanqueada, su techo de tejuela y madera labrada con veintidós tijeras, cinco tirantes, diez canes de moldura y su cumbrera, catorce cintas de una a otra banda; todo ello retejado con tejas cocidas, su puerta principal de tabla de cedro con umbraladas y marco de molduras, canes de dos manos con sus armellas y candado con llaves. Item. La sacristía de media agua con buque de cinco varas y tres cuartas y cuatro y una cuarta de ancho, su techo de la misma tejuela, dos costaneras y nueve cintas con puerta de tabla para la parte de afuera de una mano con marco pintado…”.

El ajuar de la Virgen estaba compuesto de “un vestido de raso a flores carmesí, su alba de bretaña con sobrepuestos, su corona de plata”. Completa la descripción con una considerable cantidad de joyas de gran valor.

El altar posee tres nichos con las imágenes de la Virgen del Rosario acompañados de una talla del ángel de la guarda. Magníficamente pintado en tonos pasteles por los indios, se puede observar la flora y fauna de la zona, con un calendario lunar indígena de veintiocho días. Sorprende que a casi trescientos años se mantenga aún intacto, sin intervenciones.

Una lápida recuerda a don Eduardo de Llano, padre de doña Gualberta de Llano Moreno: “Aquí yacen las cenizas frías de un padre tierno y amable do una hija triste inconsolable llorando pasará sus días. D. Eduardo Llano. Murió el 22 de agto. de 1845 a la edad de 52 años. Su hija Gualberta consagra este monumento a su memoria”.

La iglesia es la segunda más antigua de la provincia de Catamarca, declarada Monumento Histórico Nacional desde 1967.

El apellido de los propietarios fue cambiando a lo largo del tiempo por haber predominado líneas sucesorias femeninas: Iturriza y González, De Llano, Leguizamón, Leguizamón Dávalos, Saravia Leguizamón, y actualmente pertenece a Federico Mena Saravia y familia, quienes siguen la tradición de los anteriores propietarios, encargándose de su mantenimiento, limpieza y donaciones de acuerdo al mandato de sus antepasados.

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