Nosotros

A manera de prólogo

Antes de penetrar en los íntimos meollos de nuestra historia debemos inexorablemente adentrarnos en una cósmica simbiosis con la tierra, donde deambulan pájaros multicolores expresando la pasión por este suelo que nos pertenece desde centurias, empapando con ardor de enamorado el olor de las crecientes y el perfume embriagador de poleos y yerbabuenas, alargándose como un silbido en el canto agreste de los vientos.

Hualfín viste de distintos ropajes según sea la hora del día, otorgando incomparables paisajes a la mirada absorta del viandante, como si fuera una acuarela de ensueño que, sin percatarse, tarda en darse cuenta que la oración, en su pausado deambular, se adueña poco a poco del aire de los jilgueros y las madreselvas del viñedo; pero quien esto escribe acaso como un delirio busca con afán al inefable Mashuaro, aquel mítico cantor nativo de las bellezas del Hualfín de nuestros amores, jinete en su soberbio moro azul, ya perdido en las huellas grises del tiempo a la espera de una milagrosa resurrección. Quizá podamos encontrarlo algún día en la infancia arisca de sus ríos o en la ronca garganta de los vinos.

El Alto Valle de Hualfín se presenta ante quienes nos visitan como un señorío de soles y de vinos, como un vergel de aromas y sueños centenarios dentro del impensado remanso ventral de las uvas, con su vigoroso espíritu de néctar y de historia.

Ricardo F. Mena-Martínez Castro.

0
    0
    Carrito
    Tu carro esta vacioVolver a la tienda