Dedicado

El esfuerzo, trabajo y constancia puestos como vitivinicultor en los viñedos y bodega están dedicados a mi madre, que me acompaña más allá de los tiempos, quien con sus oraciones cotidianas me mantiene de pie. Siempre dispuesta al abrazo y a señalar el camino correcto, primero con la mirada y luego con las palabras.

A mi padre, que me alienta cada día en esta apasionante actividad, trasmitiéndome la historia y el amor por estas tierras, matizando con anécdotas el relato de largas conversaciones con mi abuelo y compartiendo meses de tertulias en Hualfín entre sus dos pasiones: las cabalgatas y los buenos vinos.

A mi mujer, Ana, y a mis hijos, María Eloísa, Wenceslao y Juana, para que tengan la sabiduría e inteligencia de mantenerse unidos, dando así continuación a la decimocuarta generación en el cuidado de la casa, la capilla y la bodega, nuestro querido acervo familiar.

Federico Mena Saravia

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